Titulo: Solución Mutua: Una alternativa ante los desafíos económicos del 2025 según el FMI

Perspectivas económicas mundiales (WEO) FMI. Actualización a enero de 2025.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un crecimiento global del 3.3% tanto en 2025 como en 2026, por debajo del promedio histórico (2000-19) del 3.7%. La estimación para 2025 se mantiene prácticamente sin cambios respecto al informe Perspectivas de la economía mundial (WEO) de octubre de 2024 debido, principalmente, a una revisión al alza en Estados Unidos que compensa las revisiones a la baja en otras grandes economías. Se prevé que la inflación general mundial descienda al 4.2% en 2025 y al 3.5% en 2026, convergiendo al objetivo, con mayor rapidez en las economías avanzadas que en las economías de mercado emergentes y en desarrollo.
Los riesgos a mediano plazo para el escenario base se perfilan a la baja, mientras que las perspectivas a corto plazo se caracterizan por presentar riesgos divergentes, como el crecimiento ya robusto en Estados Unidos, mientras que en otros países se perciben a la baja en un contexto de elevada incertidumbre política. Las perturbaciones generadas por la política económica en el proceso de desinflación en curso podrían interrumpir la dinámica hacia la relajación de la política monetaria, con implicaciones para la sostenibilidad fiscal y la estabilidad financiera. La gestión de estos riesgos exige que las políticas se enfoquen en equilibrar la disyuntiva entre la inflación y el crecimiento, en reconstituir las reservas y mejorar las perspectivas de crecimiento a medio plazo mediante la intensificación de las reformas estructurales y el fortalecimiento de la cooperación multilateral.
Los motores que determinan las perspectivas
La economía mundial se mantiene estable, aunque dicha estabilidad varía de un país a otro. El crecimiento del PIB mundial en el tercer trimestre de 2024 fue 0.1 puntos porcentuales inferior al previsto en el WEO de octubre de 2024, tras la publicación de datos decepcionantes en algunas economías asiáticas y europeas. El crecimiento en China, del 4.7% en términos interanuales, fue menor a las expectativas. El aumento de las exportaciones netas, más rápido de lo esperado, compensó en parte una desaceleración más rápida de lo previsto del consumo, en un contexto de estabilización retrasada del mercado inmobiliario y de la persistente baja confianza de los consumidores. En la India el crecimiento también se desaceleró, debido a una desaceleración de la actividad industrial más profunda de lo esperado.
Por su parte, el crecimiento fue moderado en la zona euro (con Alemania a la zaga de los demás países de la zona), debido a la persistente debilidad de la industria manufacturera y de las exportaciones de bienes, aun cuando el consumo repuntó en concordancia con la recuperación de los ingresos reales. En Japón, la producción se contrajo ligeramente debido a interrupciones temporales en la oferta. Por el contrario, en Estados Unidos el impulso siguió siendo vigoroso, con una tasa de expansión económica del 2.7% interanual en el tercer trimestre, estimulada por el fuerte consumo.
Inflación
Continúa La baja de la inflación mundial, pero hay indicios de que los avances se estancan en algunos países y que en otros el alta inflación persiste. El promedio mundial de la

inflación subyacente secuencial se ha situado ligeramente por encima del 2% en los últimos meses. El crecimiento de los salarios nominales muestra signos de moderación, conjuntamente con indicios de normalización de los mercados laborales. Aunque la inflación subyacente de los bienes ha caído o se encuentra por debajo de su tendencia, la inflación de los servicios continúa, en muchas economías, por encima del promedio previo a la crisis de 2009, sobre todo en Estados Unidos y la zona del euro. También persisten focos de alta inflación en algunas economías de mercado emergentes y en desarrollo de Europa y América Latina.
En aquellos países donde la inflación se muestra más rígida, los bancos centrales avanzan con más cautela en el ciclo de relajación, al tiempo que vigilan de cerca los indicadores de la actividad económica y del mercado laboral, así como la evolución de los tipos de cambio. Algunos bancos centrales están subiendo las tasas de interés, lo que marca un punto de divergencia en la política monetaria.
Condiciones financieras mundiales
Las condiciones financieras mundiales continúan, en gran medida, siendo acomodaticias, con cierta diferenciación entre países o zonas. Por ejemplo, en Estados Unidos las acciones de las economías avanzadas han repuntado ante la expectativa de políticas más favorables para las empresas pero en las economías emergentes y en desarrollo, la valuación de las acciones ha sido más moderada y el fortalecimiento generalizado del dólar, impulsado principalmente por las expectativas de imposición de aranceles y de tasas de interés más altas en Estados Unidos, ha mantenido las condiciones financieras más restringidas.
Incertidumbre en la política económica
La incertidumbre sobre la política económica ha aumentado, especialmente en los frentes comercial y fiscal, con algunas diferencias entre países. Las expectativas de cambios en la política bajo los gobiernos elegidos en 2024 han afectado los precios en los mercados financieros en los últimos meses. Los brotes de inestabilidad política en algunos países asiáticos y europeos han sacudido a los mercados e infundido incertidumbre adicional en lo que se refiere al estancamiento en el progreso de las políticas fiscales y estructurales.
Las perspectivas
Las tensiones geopolíticas en Medio Oriente y Ucrania, así como las comerciales a nivel mundial siguen siendo altas. Las proyecciones del FMI se basan en las políticas vigentes al momento de esta publicación e Incorporan la evolución reciente de los mercados y el impacto de incertidumbre en materia de política comercial, que se supone será temporal y cuyos efectos se disiparían, aproximadamente, al cabo de un año, pero se abstienen de hacer estimaciones sobre posibles cambios de política que actualmente son objeto de debate público. Se espera que los precios de los energéticos disminuyan un 2.6% en 2025, más de lo previsto en octubre, como reflejo de la baja en el precio del petróleo impulsado por la débil demanda de China y la fuerte oferta de países no pertenecientes a la OPEP+ (Organización de Países Exportadores de Petróleo más algunos países no miembros, incluida Rusia), compensado, en parte, por el aumento de los precios del gas a consecuencia del clima más frío y la interrupción del suministro, en función del conflicto en Oriente Medio y las interrupciones en los yacimientos de gas. Se prevé que los precios de los productos básicos distintos de los combustibles aumenten 2.5% en 2025, debido a

la revisión al alza de los precios de los alimentos y las bebidas respecto al WEO de octubre de 2024, debido al mal clima que afecta a los grandes productores.
En materia de política monetaria, se prevé que las tasas de interés de los principales bancos centrales continúen bajando a ritmos que reflejen las diferentes condiciones y perspectivas de crecimiento e inflación. En cuanto a la política fiscal, se espera un endurecimiento en las economías avanzadas durante 2025-26, incluyendo a Estados Unidos y, en menor medida, a los mercados emergentes y economías en desarrollo.
Crecimiento mundial
Se espera que el crecimiento mundial se mantenga estable, aunque a un nivel mediocre, con 3.3% tanto en 2025 como en 2026, dichas previsiones se sitúan por debajo del promedio histórico (2000-2019) del 3.7% y prácticamente sin cambios desde octubre del 2024. Este panorama general esconde las trayectorias divergentes entre las economías y un precario crecimiento mundial. En el caso de las economías avanzadas, la revisión de las previsiones de crecimiento va en distintas direcciones. En Estados Unidos, la demanda subyacente sigue siendo sólida, reflejo del efecto de los niveles de bienestar, de una orientación menos restrictiva en la política monetaria y de condiciones financieras favorables, lo que permite prever que el crecimiento alcance el 2.7% en 2025. Esto significa 0.5 puntos porcentuales más que la estimación de octubre como reflejo del arrastre de 2024, la solidez de los mercados laborales y la aceleración de la inversión, entre otros signos de fortaleza.
En la zona del euro, se espera un repunte del crecimiento, pero a un ritmo más gradual que el previsto en octubre, ya que las tensiones geopolíticas pesan sobre la confianza. Un impulso más débil de lo previsto a finales de 2024, especialmente en el sector manufacturero, y una mayor incertidumbre política explican una revisión a la baja de 0.2% hasta el 1.0% en 2025. En 2026, el crecimiento sería de 1.4%, favorecido por una mayor demanda interna, a medida que se relajen las condiciones financieras, mejore la confianza y disminuya la incertidumbre.
En las economías de mercado emergentes y en desarrollo, se espera que el crecimiento en 2025 y 2026 coincida en líneas generales con los de 2024. Respecto a la proyección de octubre, el crecimiento de China en 2025 se revisa ligeramente al alza en 0.1%, hasta el 4.6% como resultado de la dinámica de 2024 y del paquete fiscal anunciado en noviembre, que compensa en gran medida el efecto negativo de una mayor incertidumbre de la política comercial y el arrastre del mercado inmobiliario sobre la inversión. En 2026, se prevé que el crecimiento se mantenga estable en 4.5%, a medida que se disipe la incertidumbre de la política comercial y que el aumento de la edad de jubilación frene la baja en la oferta de mano de obra. En la India, se prevé un sólido crecimiento del 6.5% en 2025 y 2026, tal como se preveía en octubre.
En Oriente Medio y Asia Central, se prevé un repunte del crecimiento, aunque menor de lo previsto en octubre, derivado, principalmente, de una revisión a la baja de 1.3% en el crecimiento en Arabia Saudita para 2025 derivado, principalmente, por la prórroga de los recortes a la producción de la OPEP+. En América Latina y el Caribe, se estima que el crecimiento global se acelere ligeramente en 2025 hasta el 2.5%, a pesar de la desaceleración prevista en las mayores economías de la región. En el caso de México se prevé un crecimiento de 1.4 y 2.0% para 2024 y 2025, respectivamente.

La estimación del volumen del comercio mundial se revisa ligeramente a la baja para 2025 y 2026, en función de la incertidumbre en materia de política comercial, que probablemente perjudique a la inversión de forma desproporcionada entre las empresas intensivas en comercio, aunque se espera que el impacto sea transitorio. Además, el envío anticipado de algunos flujos comerciales en previsión de las restricciones comerciales ofrece, a corto plazo, cierto alivio y optimismo.
Si bien las diferencias respecto a las previsiones del WEO de octubre de 2024 son mínimas en materia de inflación se prevé que ésta continúe a la baja. En este sentido, se espera que el enfriamiento gradual de los mercados laborales mantenga a raya las presiones sobre la demanda, conjuntamente con la baja prevista en los precios de la energía. Por lo anterior, se estima que la inflación general continúe su tendencia hacia el logro de los objetivos de los bancos centrales. Dicho esto, se considera que la inflación en Estados Unidos se acerque al objetivo del 2% en 2025 y se modere, aunque no al mismo ritmo que en la zona del euro y China. En consecuencia, la diferencia entre las tasas de interés previstas en Estados Unidos y en otros países se acentuaría y consecuentemente se ampliaría la diferencia entre las tasas de interés previstas en los mismos.
Riesgos para las perspectivas
A mediano plazo, el balance de los riesgos que existen sobre las perspectivas económicas apunta hacia un crecimiento mundial inferior al promedio de 2025-26 y las previsiones a un plazo de cinco años en torno al 3 por ciento. Por el contrario, los riesgos a corto plazo podrían reforzar las divergencias entre países: apuntan hacia el alza en Estados Unidos, mientras que en la mayoría del resto de las economías los riesgos prevalecen para un menor crecimiento en el contexto de alta incertidumbre política asociada a los ajustes en curso, en particular, en el sector energético en Europa y en el sector inmobiliario en China.
La intensificación de las políticas proteccionistas, a través de una oleada de aranceles, podría exacerbar las tensiones comerciales, disminuir la inversión, reducir la eficiencia del mercado, distorsionar los flujos comerciales y perturbar nuevamente las cadenas de suministro. El crecimiento podría verse afectado tanto a corto como a medio plazo, pero en distinto grado según el país en cuestión.
Una política fiscal más laxa en Estados Unidos, impulsada por nuevas medidas expansivas como los recortes de impuestos podría impulsar la actividad económica a corto plazo, con mínimo efecto indirecto sobre el crecimiento mundial. Sin embargo, a largo plazo, se podría requerir de un ajuste mayor en la política fiscal que podría perturbar a los mercados y la economía, al debilitar potencialmente el papel de los bonos del Tesoro estadunidense como activo seguro mundial. Además, un mayor endeudamiento para financiar la laxitud de la política fiscal impulsaría la demanda por capital a nivel mundial lo que provocaría un aumento de las tasas de interés y podría deprimir la actividad económica en diversos países.
El sentimiento de confianza que existe en Estados Unidos, impulsado, en parte, por la desregulación, podría impulsar tanto la oferta como la demanda en la economía. Aunque la relajación de la normatividad excesiva y la reducción de los trámites para los negocios podrían estimular el crecimiento a corto plazo a través de mayor inversión, la apreciación del dólar alimentaría el riesgo de fugas de capital de las economías de mercado

emergentes y en desarrollo y elevar las primas de riesgo. Asimismo, la excesiva desregulación dirigida a limitar la asunción de riesgos y la acumulación de deuda podría generar, en el largo plazo, una dinámica de auge y caída para Estados Unidos, con repercusiones para el resto del mundo.
Los riesgos existentes sobre la estabilidad macrofinanciera podrían agravarse si se le suma la debilidad en las perspectivas fiscales o el estancamiento del avance en las reformas estructurales. Otras posibles perturbaciones por el lado de la oferta, como las disrupciones de la mano de obra asociadas a la reducción de los flujos migratorios hacia Estados Unidos, podrían afectar permanentemente el potencial de la producción y elevar la inflación durante el periodo de ajuste.
Un impulso a corto plazo de la economía estadunidense resultado de los factores mencionados acentuaría aún más los desiguales patrones de crecimiento de las economías. Si prevalecen los efectos adversos de los aranceles y la reducción de la mano de obra disponible, la actividad económica mundial, así como la actividad en Estados Unidos, podría resultar negativamente afectada a medio plazo. La incertidumbre es grande: los efectos asociados a cada factor se desplegarían de forma diferente en los distintos países, afectados por los vínculos comerciales y financieros; las respuestas políticas a medidas adoptadas por otros países podrían manifestarse de diversas formas, tales como una escalada de aranceles de represalia. Los impactos de la distinta combinación de políticas y la magnitud de los cambios podrían ser muy diferentes.
Estos factores también afectarían la dinámica de la inflación en direcciones opuestas. La magnitud del efecto inflacionario por aranceles es especialmente incierta. Si bien recientes estudios empíricos advierten de una alta transmisión a los precios a través de las importaciones, las estimaciones sobre la transmisión a los precios del consumidor son menores, aunque sujetas a la incertidumbre. No obstante, en comparación con lo ocurrido en episodios previos de disputas comerciales, varios factores sugieren que los riesgos sobre la inflación, derivados de los aranceles, podrían ser mayores en esta ocasión.
En primer lugar, justo cuando la economía mundial sale del repunte inflacionario más significativo que se recuerda, las expectativas inflacionarias, especialmente en muchas economías avanzadas, están hoy, en comparación con 2017-21, por encima del objetivo de los bancos centrales. En segundo lugar, las posiciones cíclicas de muchas economías importantes son más propicias a una mayor inflación respecto al 2016. En tercer lugar, las represalias en forma de restricciones sobre materiales o bienes intermedios específicos y difíciles de sustituir pueden tener un impacto desproporcionado en la inflación agregada. El riesgo de nuevas presiones inflacionarias podría impulsar a los bancos centrales a subir las tasas de interés e intensificar las diferencias en la política monetaria. Tasas de interés más altas agravarían los riesgos fiscales, financieros y externos. Un dólar más fuerte, derivado de los diferenciales de las tasas de interés y los aranceles, entre otros factores, alteraría los patrones en el flujo de capitales y complicar los equilibrios macroeconómicas.
Además de los riesgos derivados de los cambios en la política económica, las tensiones geopolíticas podrían intensificarse y provocar un repunte de los precios de las materias primas. La agravación de los conflictos en Oriente Medio y Ucrania afectaría directamente a las rutas comerciales y los precios de los alimentos y la energía. Los países importadores

podrían verse particularmente afectados y enfrentar un impacto de estancamiento con inflación (estanflación) resultante del encarecimiento de las materias primas recrudecido por la apreciación del dólar.
Desde una óptica positiva, la actividad económica mundial puede beneficiarse de un rebote si los nuevos gobiernos pueden renegociar los acuerdos comerciales existentes y forjar nuevos acuerdos. Esto podría aliviar la incertidumbre más rápidamente y ser mucho menos perturbador para el crecimiento y la inflación. Al aumentar la confianza, los resultados de la cooperación podrían incluso apoyar la inversión y las perspectivas de crecimiento a medio plazo. Cabe señalar que el impulso en otros frentes políticos podría propiciar el crecimiento. Muchos países podrían emprender reformas estructurales para evitar la consolidación de las diferencias respecto a sus homólogos con mejores resultados. Los esfuerzos por aumentar la oferta de mano de obra, frenar la inadecuada asignación de recursos, promover la competencia y la innovación podrían elevar el crecimiento a mediano plazo.
Prioridades
En un contexto de alta incertidumbre, las decisiones de política necesitan poner un freno a los riesgos a corto plazo y reconstituir las reservas, fomentando, al mismo tiempo, las acciones para mejorar las perspectivas de crecimiento a medio plazo. La política monetaria debe reestablecer la estabilidad de precios y apoyar la economía y el empleo. En las economías en las que persisten las presiones inflacionarias y crece el riesgo de nuevas alzas, se requiere mantener una política restrictiva hasta que haya pruebas evidentes de que la inflación subyacente regresa de forma sostenible al objetivo. En las economías en las que la actividad económica se está enfriando y la inflación está en vías de volver de forma duradera al objetivo, se justificaría una postura menos restrictiva.
Asimismo, en cualquier caso, la política fiscal debe consolidarse para conducir a la deuda pública por una senda sostenible y restaurar el margen para responder con agilidad. La senda de consolidación debe calibrarse cuidadosamente en función de las condiciones a las que se enfrente cada jurisdicción. Debe ser sostenida pero gradual para no perjudicar la actividad económica, bien difundida para evitar perturbaciones en los mercados de deuda y creíble para lograr resultados duraderos. Adoptar un enfoque favorable al crecimiento y mitigar los efectos adversos sobre los pobres podría ayudar a preservar el potencial económico y mantener el apoyo de la opinión pública.
Las trayectorias divergentes en la política monetaria en los distintos países podrían producir movimientos significativos en los tipos de cambio y en los flujos de capital. Como se establece en el Marco Integrado de Políticas del FMI, es aconsejable que los países con fuertes mercados de divisas y bajos niveles de deuda en moneda extranjera que ajusten las tasas de interés y permitan un tipo de cambio flexible. Para los países donde existe un mercado de divisas menos sofisticado y con montos sustanciales de deuda en moneda extranjera, la intervención temporal en el mercado de divisas (siempre que el nivel de reservas sean apropiado y se utilice con prudencia), las medidas de gestión de los flujos de capital, las políticas macroprudenciales o alguna combinación de ellas podrían compatibilizarse con las políticas monetarias y fiscales apropiadamente establecidas para preservar la estabilidad macrofinanciera.

Más allá del corto plazo, se requiere de acciones de política decisivas para aumentar el dinamismo económico, impulsar la oferta y contrarrestar los crecientes riesgos antes las débiles perspectivas de crecimiento a medio plazo. Las reformas específicas en los mercados de trabajo, competencia, salud, educación y digitalización pueden reactivar el crecimiento de la productividad y atraer capitales. La comunicación para crear consensos y el compromiso con las partes interesadas ayudaría a las autoridades a diseñar y aplicar eficazmente medidas que tomen en cuenta el impacto distributivo de la reforma.
Finalmente, la cooperación multilateral es vital para contener la fragmentación, así como para sostener el crecimiento, la estabilidad y abordar los retos mundiales. Las políticas comerciales deben ser coherentes con el marco jurídico de la Organización Mundial del Comercio (OMC), además de claras y transparentes, para reducir la incertidumbre, atenuar la volatilidad de los mercados y mitigar las distorsiones. Debe darse prioridad al restablecimiento de un sistema de solución de diferencias de la OMC pleno y que funcione correctamente, a la igualdad de condiciones y al logro de claridad y la coherencia en la aspiración de los países por una mayor resiliencia dentro del sistema comercial multilateral basado en normas.

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